Violet. La voz impostora
Por Amira O. Azuara
Imágenes inconexas y ruido blanco dan forma a los sentires desbordantes de Violet. Son breves puntos de fuga para la protagonista (Olivia Munn), una ejecutiva de cine, cuya rutina y existencia se define por la exigencia propia y ajena. Una tensión constante, familiar para todo ser humano, pero que en la ópera prima de Justine Bateman explora la raíz y el alcance de la ansiedad femenina en espacios dominados por hombres.
En esa batalla interna, que cuestiona el valor de lo propio sin ninguna misericordia, hay una voz. Respondiendo a la crítica de la estructura, en la cinta ese narrador de lo fatídico es un hombre (Justin Theroux). Si los miedos de la protagonista se enuncian en voz masculina, sus gritos de ayuda aparecen como texto en pantalla. Mientras el rostro de Munn disfraza dolores, las letras cursivas -quizás el estilo apela a la idea de la letra escrita a mano como un acercamiento más genuino- revelan sus verdaderas necesidades.

En el filme el espacio y la dinámica laboral diagnostican cuán distinta es la autocrítica, o su ausencia, según los roles de poder. El jefe puede ser déspota porque el entorno lo permite, mientras que quienes deben rendir resultados a la protagonista ignoran sus llamados y posición porque la manera en la que se pronuncia no responde a formas violentas.
Sin ponerle nombre, el personaje de Munn se reconoce con el síndrome de la impostora. Pero al comunicarlo a su mejor amiga, la golpea el hecho de que no todas las mujeres lo experimentan al mismo grado que ella. Esa revelación, que torna el cuadro a color rojo, explota en ataques de furia, frustraciones que terminan en fundidos a negro. Los fade out son recurso para mostrar la frecuencia de estos episodios.
Violet es una bomba de tiempo que anhela la libertad que sólo conoció en la niñez. Esta otra arista del origen de la angustia se utiliza para insertar en la trama al núcleo familiar. Un flashback recurrente a la largo del filme muestra ese momento de plenitud: la protagonista de pequeña andando en bicicleta. Además da señas de la relación turbulenta que esta lleva con su madre. El guion, escrito por su directora, hace también una conexión pasado/presente con el interés romántico de Violet, Red (Luke Bracey), amigo de la infancia que en la adultez resultó guionista.

Bateman, como su protagonista, se desborda (en ideas y recursos técnicos). La voz de la impostora es consecuencia de una estructura fallida. Un ambiente que Justine, actriz, escritora y productora conoce a la perfección. Inserta en la industria desde la adolescencia por su participación en la exitosa comedia de los ochentas, Family Ties, la realizadora vislumbra el cambio desde lo individual. Es ahí donde se revela la ficción. Ojalá bastara la voluntad en el mundo real.